Nada mejor que hacer una de esas escapadas románticas, a la melancólica ciudad de Lisboa. Las razones, son sus viejos barrios, salpicados de miradores y pequeños restaurantes llenos de encanto, puesto que son un acierto seguro para realizar una escapada en buena compañía. Además, Lisboa es una ciudad tan accesible, que muchos podrán llegar incluso en coche, aunque, una vez allí, convendrá estacionarlo y conocer a Lisboa a bordo de sus tranvías y elevadores, sin que esto sea impedimento para disfrutar de provechosos paseos en 3 días.
Por ejemplo, si el viernes no se llega excesivamente tarde a la ciudad, qué mejor que una cena por todo lo alto en escondites tan románticos como A Travessa, dentro del claustro de este convento del siglo XVII, o si el tiempo acompaña, en sus salas abovedadas al calor de la chimenea.
Hay muy buenos sitios en Lisboa
Lisboa, es dueña y señora de grandes hoteles que enamoran, como el Lapa Palace, que ocupa un suntuoso palacete de 1870, y también joyas menos prohibitivas como As Janelas Verdes, un palacete del siglo XVIII situado junto al Museo de Arte Antiguo, o Mi Casa en Lisboa, un exquisito bed & breakfast desde el que se puede empezar el día con un desayuno casero ante sus despampanantes vistas del castillo de San Jorge.
Admirar la panorámica de esta fortaleza, puede ser un buen punto de partida para empezar a disfrutar de Lisboa, antes de lanzarse a recorrer sus hermosas calles, empezando por ir al pequeño mercado Feira da Ladra de los sábados y los martes, un auténtico paraíso para quienes aspiran conseguir gangas y descender hasta el gran rectángulo que forma la Baixa, fruto de la reconstrucción de la ciudad por el marqués de Pombal tras el fatídico terremoto del año 1755. Aquí, entre la Plaza del Comercio y la del Rossio y su prolongación por la Avenida da Liberdade aguarda la Lisboa más noble, salpicada de cafés míticos en los que picar algo, como el Nicola, el Martinho da Arcada o la Pastelaria Suiça, y calles tan monumentales y animadas para unas compras como las ruas Augusta, Aurea y da Prata.
No debes dejar de ir a Belém
El barrio de Belém, al que se puede llegar en un entrañable trayecto en tranvía, resulta perfecto para dedicar otro día de estadía en Lisboa, a explorar su célebre Torre, un fortín construido en el siglo XVI para proteger el puerto de Restelo, así como el Monumento a los Descubridores, que fue levantado en 1960 para conmemorar el quinto centenario de la muerte del infante Dom Henrique y, sobre todo, ese soberbio exponente del arte manuelino que es el Monasterio de los Jerónimos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1983.
Por último, puedes comer los ricos pastelillos de Belém en la Antiga Confeitaria, y dedicar el resto del día al barrio del Chiado, curioseando entre sus elegantes tiendas y en instituciones como el Café A Brasileira, en la preciosa rua Garrett. También, puedes ir a templos culturales de la talla de la Fundación Gulbenkian, el Museo de Arte Antiguo o el Arqueológico, donde está el misterioso Convento do Carmo, o llegar a los miradores de Santa Lucía o el de San Pedro de Alcántara, para despedirse de la ciudad con sus mejores vistas.