La Catedral de Sevilla es Patrimonio de la Humanidad, es el templo gótico cristiano más grande del mundo y la Giralda forma parte de su estructura. Es todo un símbolo de la capital andaluza y son muchos sus secretos. Por todo, merece la pena visitar este reconocido Bien de Valor Universal Excepcional.
SU HISTORIA
La Catedral se sitúa en el mismo lugar donde, en el siglo XII, estaba la Gran Mezquita, de la que curiosamente conserva su alminar: la Giralda, por una veleta que lo remata desde el siglo XVI. También son parte de la mezquita el Patio de las Abluciones y la actual Puerta del Perdón.
En el año 1248, al conquistar la ciudad Fernando III de Castilla, la mezquita se convirtió en un templo cristiano. En sus distintas etapas de construcción se mezclan varios estilos: mudéjar, gótico, renacentista, barroco y neoclásico.
LA CONSTRUCCIÓN
La entrada de la Catedral está en la plaza de la Virgen de los Reyes. En su interior, el edificio posee 5 naves, una de ellas de 36 metros de altura. Su planta es rectangular y su altura máxima se alcanza en el crucero con 40 metros.
Respecto al retablo mayor, destacan artistas como Jorge Fernández Alemán y Alejo Fernández, Roque Balduque o Pedro de Heredia, entre otros. La sala capitular es de la segunda mitad del siglo XVI (renacentista) y la Sacristía Mayor es plateresca.
RESTOS DE CRISTÓBAL COLÓN
En el lado derecho del crucero está la tumba de Cristóbal Colón. Es obra de Arturo Mélida y en ella reposan los restos del famoso descubridor de América. La escultura está compuesta por cuatro reyes de armas vestidos de gala, que portan a hombros el féretro. El significado simbólico era representar a España «guardando en tierra americana las cenizas de Colón». Aunque hay quien cree que los restos están en la República Dominicana, hoy se sabe que la tumba de la Catedral de Sevilla es la auténtica.
OTROS SECRETOS
En la Catedral hay más secretos. Por ejemplo, debajo del Patio de los Naranjos hay 10 aljibes almohades (del s. XII) que son como perfectos túneles y uno es visitable. Servían para almacenar agua de lluvia y también se usaron como osarios.
Otra curiosidad del templo es que «respira«. Sus bóvedas se dilatan todos los días varios centímetros a medida que va cambiando la temperatura.
También destacan sus gárgolas (las de mayor impacto están en las fachadas hacia la calle Fray Ceferino González y la Avenida de la Constitución) y las ánforas que hay por toda la Catedral (fueron utilizadas como relleno por los constructores del siglo XV).